SPOTLIGHT: UNA GRAN
PELÍCULA SOBRE EL PERIODISMO
Spotlight, la excepcional película de Thomas McCarthy recién estrenada en España, es la reconstrucción minuciosa
de la investigación periodística que en 2002 logró destapar los abusos sexuales
a niños cometidos durante años por decenas de sacerdotes católicos de Boston,
ante la condescendencia de la Archidiócesis. Esas pesquisas fueron realizadas
por Spotlight, la sección de reportajes de investigación del Boston Globe, un equipo de apenas cinco periodistas
absortos en su trabajo.
Con un estilo sobrio, riguroso y
conciso –prefiero no imaginar cómo habría sido la película de haber caído en las manos de un
director tan ampuloso como Martin
Scorsese- McCarthy muestra con extraordinaria
verosimilitud el funcionamiento de la
redacción de un periódico, siguiendo cada detalle de una investigación casi
policial que tira del hilo de una denuncia por pederastia, archivada años atrás,
y concluye con la publicación de un escándalo mayúsculo que obligó al Vaticano
a tomarse en serio un asunto, los abusos sexuales masivos a menores, hasta entonces tratado solo como algo incómodo.
PERIODISTAS DE VERDAD
Algunas de las mejores películas
de la historia del cine han abordado el mundo del periodismo, pero casi siempre lo
han hecho con extrema severidad. La crítica al poder excesivo de la prensa y a
un sensacionalismo despiadado están muy presentes en Ciudadano Kane (Orson Welles,
1941), El gran carnaval (Billy Wilder, 1950), Chantaje en Broadway (Alexander MacKendrick) o Network (Sidney Lumet, 1976). En el polo contrario, títulos como Juan Nadie (Frank Capra) 1940), El cuarto poder (Richard Brooks, 1952) o Mientras Nueva York duerme (Fritz Lang, 1956) han reflejado el
idealismo de los periodistas de un modo tan exagerado que, parafraseando al John Ford de El hombre que mató a Liberty Valance (1962), la realidad transciende hasta convertirse en leyenda.
Spotlight, en cambio, me parece una película mucho más ecuánime,
realista y objetiva, si es que procede utilizar aquí un término tan manoseado al hablar de periodismo. En la línea de Todos los
hombres del presidente (Alan J. Pakula,
1977), con la que comparte numerosos elementos en común y a la que supera en
cadencia y construcción de personajes, elude la tentación de convertir en héroes
a los profesionales de la información. Inspirados todos ellos en periodistas
reales del Globe y encarnados en la patalla por actores como Mark Ruffalo, Michael Keaton, Rachel MacAdams
y Liev Schreiber, son tipos que se
limitan a hacer su trabajo fieles a una ética profesional pero sin ocultar sus
dudas y asumiendo errores, mostrando su entusiasmo ante el hallazgo de un dato
revelador o su desesperación cuando una puerta se cierra y un teléfono comunica.
Mención especial, entre todos ellos,
merece la figura de Marty Baron (Liev
Schreiber), el taciturno editor recién llegado al Globe. En las antípodas de la verborrea y el amarillismo del Walter Matthau de Primera plana (Billy Wilder,
1974), comparte con él su mismo olfato para la noticia y una dedicación a su
trabajo que va más allá de lo razonable: ambos carecen de familia y se insinúa que duermen en el sofá de la redacción. Dos escenas magníficas definen a este personaje tan riguroso y obsesionado con la verdad. La primera se
produce durante su visita a la residencia del cardenal Law, quien le regala un
catecismo a modo de bienvenida a la ciudad y le advierte, con suma cortesía,
que las instituciones deben trabajar juntas para que la ciudad funcione. Baron
le responde sin inmutarse: “Para que un periódico funcione, es mejor que
trabaje solo”. La segunda escena tiene lugar hacia el final, en el pequeño
cuarto lleno de libros donde se reunen los periodistas de Spotlight. Están exhaustos después de meses de trabajo pero saben
que al fin han logrado su objetivo: se
está imprimiendo la verdad que pronto será conocida por toda la ciudad. La
escena, sin embargo, se torna sombría cuando Robby (Michael Keaton) recuerda con pesar que esa historia –al menos, su primer hilo
imperceptible- ya había pasado antes sus ojos mucho tiempo atrás y entonces no fue capaz de
verla. Baron, siempre comprensivo, susurra algo parecido a esto: “Pasamos la mayor
parte del tiempo tropezando en la oscuridad y, de repente, una luz se enciende
y sentimos que la culpa se esparce”.
La realidad tampoco admite consuelo:
la investigación real sobre aquellos hechos determinó que el padre Geoghan había abusado de 130 niños entre
1960 y 1998, 600 casos más salieron a la luz en el estado de Massachussets y miles
de personas, que hasta entonces habían guardado silencio, interpusieron
denuncias en otra veintena de estados. El cardenal Law, que conocía todo lo que
estaba sucediendo en las parroquías, huyó de Estados Unidos para evitar el
juicio. Actualmente reside en El Vaticano.