Procuro
ver The Big Sky, dirigida por Howard Hawks en 1952, al menos una vez al año.
Es la película más estimulante y vitalista que conozco. Se trata de verdadera oda
a la amistad -entre indios y blancos, pero también entre dos hombres enamorados de la misma
mujer- que recrea la aventura de los pioneros que remontaron el río Missouri
para abrir una nueva ruta comercial a principios del siglo XIX. En España se
estrenó como Río de sangre, título absurdo para una historia que parece inspirada
por El buen salvaje de Rousseau. De hecho, uno de sus protagonistas, Arthur Hunnicutt, se anticipa
en cuarenta años al Kevin Costner de Bailando con lobos. Solo que Hawks filma
a los indios como gente sencilla, orgullosa y primitiva, pero sin concesiones al paternalismo.
En una hermosa escena, Hunnicutt rememora la belleza del Alto Missouri: “una tierra todavía sin
contaminar por la avaricia del hombre blanco, donde hay montañas más altas que las nubes". Hunnicutt, que ha vivido con los
indios que habitan en ese lugar remoto y salvaje, le cuenta su peripecia al
fascinado cazador interpretado por Kirk Douglas, otro personaje de vida errante
cuyo camino empieza y termina siempre en la frontera.
No es
uno de los personajes más recordados de Douglas. Puede que sea normal en una filmografía que
abarca cerca de cien películas y títulos tan célebres como Cautivos del
mal, Senderos de gloria, Los vikingos o
Espartaco. Douglas siempre ha sido un actor vigoroso, en permanente tensión, capaz de
interpretar con la misma fuerza y credibilidad tanto al héroe (Ulises, La
pradera sin ley, Espartaco) como al villano (Retorno al pasado, El gran carnaval).
Nunca, sin embargo, actuó de manera tan relajada y contenida como en The Big Sky, donde compone uno de los antihéroes más puros que ha dado el cine de aventuras:
suya es siempre la iniciativa y en su propio fracaso se encuentra el germen del éxito
de la misión.
Kirk
Douglas cumple hoy cien años. Felicidades por su centenario y por habernos hecho
disfrutar de tantas y tantas horas de cine. Hoy volveré a ver The Big Sky y, si me
queda tiempo, seguiré con 20.000 leguas de viaje submarino.
Carlos
Guiñales