"Es la Brigada de Homicidios. Han informado de un asesinato que mañana podrá leerse en las ediciones de la noche, lo dirán en la radio y se verá en la televisión porque una vieja estrella del cine está implicada; pero antes de que lo escuchen tergiversado y magnificado, antes de que los columnistas de Hollywood empiecen a escribir, quizás quieran ver los hechos. Los verdaderos".
Así empieza El crespúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950), donde el fracasado guionista Joe Gillis (William Holden) narra la historia de su propia muerte desde el fondo de la piscina que siempre anheló tener. Billy Wilder elige un punto de vista insólito al convertir al fallecido en el mejor cronista de su tragedia, al tiempo que lanza una diatriba contra los gacetilleros de Hollywood, a los que niega la posibilidad de una versión cierta y rigurosa de los hechos.
El propio Wilder trabajó como periodista de sucesos antes de dedicarse al cine. Era un mundo que conocía bien y al que dedicó dos de sus mejores películas: El gran carnaval (Ace in a Hole, 1951) y Primera plana (The Front Page, 1974). A juzgar por los resultados, los periodistas son para Wilder charlatanes, ambiciosos, frívolos y maquiavélicos. Aunque el tono de ambas películas sea muy diferente.
En El gran carnaval, Kirk Douglas interpreta a Chuck Tatum, reportero famoso en otro tiempo, que recala en el periodico local de una pequeña ciudad con la idea de recuperar su prestigio. Cuando un hombre queda atrapado en el interior de una vieja mina, Tatum encuentra la oportunidad soñada: explotar hasta el límite la trágica situación de la víctima y relatar en exclusiva su agonía, sobornando cada día a quien haga falta para dilatar el rescate y poder perpetuar la noticia en el tiempo. Una vez activadas las teclas de esa "gran historia de interés humano", la maquinaria mediática avanza sin freno y el suceso se convierte en la gallina de los huevos de oro. Con la exclusiva en su poder, Tatum vende más periódicos que nadie y alrededor de la mina abandonada llegan decenas de feriantes para entretener a las masas allí reunidas, ávidas de una curiosidad no precisamente sana. Al final, cuando el pobre indefenso muere, el circo se desmonta, los campistas se marchan y solo queda la basura desparramada. La película fracasó comercialmente, sobre todo en Estados Unidos. Demasiado dura, dijeron los críticos. Y casi nadie fue a verla.
Más amable pero igual de corrosiva, Primera plana es la adaptación de un famoso libreto de Ben Hetch y Charles MacArthur anteriormente llevado al cine por Lewis Milestone y Howard Hawks.
En la primera secuencia, Wilder muestra a los periodistas jugando al póker en la sala de prensa de una penitenciaria, mientras en el patio los funcionarios prueban la horca donde va a ser ejecutado un reo. Uno de los reporteros les increpa: "¡Silencio!, así no se puede trabajar". Revelador punto de partida para esta genial sátira sobre el periodismo sensacionalista en la que Walter Matthau y Jack Lemmon encarnan, respectivamente, al director y al redactor estrella de un periódico de Chicago. El personaje de Matthau es la caricatura de un periodista grosero y manipulador que ha convertido el trabajo en su única vida -se jacta incluso de dormir en la redacción del periódico- y a Lemmon en el avispado reportero de verbo fácil incapaz de decir no cuando la noticia llama a su puerta. Ambos viven el periodismo como una religión, solo que utilizan medios ilícitos para obtener sus míseras exclusivas. El resto de personajes no son mucho mejores: los plumillas de la competencia son igual de mezquinos, los políticos son corruptos y los policías unos incompetentes. Solo dos mujeres (Susan Sarandon y Carol Burnett, que encarnan a las novias de Lemmon y del condenado a muerte) poseen dignidad en esta obra crítica y divertida, pero menos grotesca de lo que parece. Si John Ford oponía en su cine verdad y leyenda para representar las dos visiones de un mismo suceso, Wilder confronta la verdad con la crónica periodística.
(y añado: después de ver el tratamiento dado por algunos medios de comunicación al caso de Diana Quer y a otros parecidos, sospecho que Billy Wilder no exageraba demasiado. Solo los hechos comprobados pueden ser noticia. Lo demás es rumor o cuento).
Carlos Guiñales
The Captive City (1952). Una
agradable sorpresa, dirigida por Robert Wise con sequedad y concisión
–valores que iría perdiendo con el paso del tiempo y el incremento del
presupuesto-. John Forsythe es un periodista honesto decidido a
desenmascarar una trama corrupta en una pequeña ciudad estadounidense,
tema de muy vigente actualidad. Tono documental y un comienzo que
recuerda –y mucho- al de la posterior La invasión de los ladrones de
cuerpos, de Don Siegel. ****
Una partida de campo (Une partie
de campagne, 1936). Basada en un relato de Gay de Maupassant pero
visualmente inspirada en los cuadros de Auguste Renoir, padre de Jean,
describe la excursión dominical de una familia parisina al río Loira,
breve escapada a la naturaleza tras la cuál ya nada será igual. Ninguna
película ha descrito con tanta sencillez el nacimiento del amor y su
pérdida irreparable, el súbito despertar de los sentidos frente al
tiempo que todo lo devora. Parece una película inacabada pero no lo es.
Sucede que Renoir tuvo la osadía de golpearnos, en 1936, con la elipsis
más brutal y sobrecogedora de la historia del cine para certificar que
la felicidad es un instante y lo demás el anhelo de su recuerdo
reflejado en las aguas mansas de un río. *****
El lado bueno de las cosas
(2012). Comedia más o menos romántica protagonizada por personajes que
comienzan resultando áridos para, secuencia tras secuencia, ganar en
empatía (evolución que empieza a resultar muy poco novedosa en
Hollywood). Sobran algunas escenas, pero Jennifer Lawrence –que se llevó
el Oscar- está muy bien y la película es entretenida, con clímax feliz
incluido. David O. Russell dirige con oficio. ***
El filo de la navaja (1946).
Poderoso melodrama dirigido por Edmund Goulding para la Fox a partir de
una novela de Somerset Maugham. Una historia bigger than life con
excelentes personajes y un ritmo muy equilibrado, a pesar de los
constantes cambios de espacio (tres continentes) y tiempo (más de una
década). Gene Tierney, tan malvada como en Que en el cielo la juzgue,
resulta aquí más creíble; y Tyrone Power encarna de manera aceptable al
joven idealista insatisfecho con su propia vida; pero los protagonistas
son superados por un magnífico trío de secundarios: Clifton Webb, Anne
Baxter y Herbert Marshall (en el papel del propio escritor y narrador de
la historia). Una gran película. ****1/2
La mejor oferta (2013).
Espléndida película protagonizada por Geoffrey Rush y dirigida por
Giuseppe Tornatore, uno de los mejores cineastas europeos en activo. Un
veterano subastador y coleccionista de obras de arte recibe el encargo
de inventariar las posesiones de una extraña joven que vive sola en un
decrépito caserón, inicio de una fascinante intriga. Memorable de
principio a fin, aunque la sombra de Vértigo planea sutilmente sobre la
trama. *****1/2
Ida (2013). Una joven novicia
sale del convento donde ha pasado toda su vida para buscar, junto a una
tía a la que no conoce, la tumba dónde están enterrados sus padres. Los
secretos familiares se revelarán con toda su crudeza y la joven deberá
elegir entre dos formas de vida. Ambientada en la Polonia rural de los
años 60 y rodada en blanco y negro, recuerda por su sequedad cierto tipo
de cine del Este que se hacía en aquella época, pero es inevitable
citar el tono bressoniano de la cinta. Un rotundo éxito de crítica, algo
excesivo quizás para una película donde la emoción queda tan apresada
como la propia protagonista. ***1/2
A cualquier precio (2012). Drama
familiar ambientado en una América rural contemporánea bajo cuya
luminosidad se ocultan auténticas miserias. Dirigida por el
norteamericano de origen iraní Ramin Bahrani y protagonizada por Dennis
Quaid y Zac Efron (padre e hijo en la película), revela la hipocresía
latente de una sociedad donde las trampas y las mentiras están a la
orden del día, aunque al final todos parecen estar de acuerdo en guardar
la basura bajo la alfombra. Destaca la interpretación de la joven Maika
Monroe en su primer papel relevante. ***1/2
Un lugar en la tierra (A place
sur la terre, 2013). Un fotógrafo voyeur se obsesiona con su joven
vecina de enfrenta, pianista, arqueóloga y suicida potencial. Estamos,
sin embargo, lejos de Peeping Tom y no tanto del desgarrado y
autodestructivo universo de un Philippe Garrel. Benoît Poelvoorde y
Ariane Labed encarnan con convicción a los protagonistas de este sombrío
y, en el fondo, delicado drama sobre la felicidad esquiva: uno puede
estar buscándola toda la vida y, cuando por fin la atrapa, se le escurre
entre los dedos. Notable segunda película de Fabienne Godet. ****
Flashdance. (1983). Todo un
fenómeno de los años 80. Millones de jóvenes aprendieron a bailar break y
se enamoraron de Jennifer Beals con esta película. Más allá del encanto
pasajero de sus canciones, destaca hoy por su estética neopunk y el
ambiente opresivo en que se mueve la protagonista: nada tiene que ver
este Nueva York de la working class con el bello Manhattan que filmaba
en esa misma época Woody Allen. Música compuesta por el hoy olvidado
Giorgio Moroder y dirección del también coyuntural Adrian Lyne. **1/2
Tocando fondo (Smashed). 2012.
Modesta pero apreciable película made for Sundance protagonizada por una
pareja de alcohólicos. No elude los clichés habituales del género ni
aporta una visión especialmente novedosa, pero tiene la duración justa
(78 minutos) y acaba resultando creíble. Segunda película de James
Ponsoldt (la primera, curiosamente, también trataba sobre un
alcohólico). ***
Foxfire: Confesiones de una banda de chicas. (2012). Laurent Cantet adapta la novela de Joyce Carol Oates con el mismo estilo naturalista que empleaba en La clase. Ambas son complementarias: aproximaciones al mundo adolescente a partir del concepto tribal, solo que en Foxfire
el grupo es más homogéneo y se caracteriza por su rebeldía, su
enfrentamiento a esa América rural y machista de los años 50. A pesar de
algunos momentos de cierto lirismo, la película incurre en demasiados
estereotipos y Cantet nunca ha sido un cineasta dotado para la
síntesis. ***
La jauría humana. (The
Chase,1966). Una obra todavía impactante medio siglo después de su
estreno. Retrato despiadado de una comunidad hastiada, cínica y
violenta, movida por sentimientos de envidia y arribismo. La fuga de la
cárcel de uno de los chicos malos de la pequeña ciudad (con el rostro de
nobleza, eso sí, que le imprime Robert Redford) desencadenará la cólera
de sus paisanos. Memorable por sus estallidos de violencia –la paliza
que recibe el sheriff Marlon Brando, el linchamiento final a sangre
fría- pero también por la atmósfera malsana que contamina cada rincón de
cada encuadre. ****
Stake Land. (2010). Terror
sombrío y apocalíptico. Huida hacia ninguna parte de un joven
adolescente y su mentor a través de un paisaje inhóspito, bajo la
constante amenazada de hordas de vampiros emboscados en cada recodo de
la carretera (la cita a la magistral novela de Cormac McCarthy no es
gratuita). Entre la road movie siniestra y la historia de
aprendizaje, cabalga este relato firmado por uno de los autores más
personales del último cine indie: Jim Mickle. ***1/2
La isla mínima. 2014. Un thriller
ambientado en la España profunda (marismas del Guadalquivir, 1980)
repleto de aristas y realizado con notable habilidad por Alberto
Rodríguez. Más allá de la intriga que propone (el guion no es lo más
trabajado de la película) sobresale por la compleja y siempre tensa
relación que une a los personajes –especialmente esos dos policías tan
distintos entre sí obligados a convivir en tierra hostil-, pero también
por su atmósfera deudora del cine negro y por su manera de captar el
ambiente putrefacto del lugar y convertirlo en un protagonista más de la
historia. ***1/2
El último magnate (The Last
Tycoon, 1976). La novela inacabada de Francis Scott Fitzgerald,
convertida en guion por Harold Pinter, cierra con encomiable dignidad la
filmografía de Elia Kazan. Se centra en la figura de Monroe Stahr, un
joven productor de cine más o menos inspirado en Irving Thalberg y
encarnado convincentemente por Robert de Niro. Bascula entre la
recreación de las bambalinas del glamouroso Hollywood de los años 30 y
la relación amorosa que el protagonista mantiene con Ingrid Boulting,
descrita con una sensibilidad bastante rara en el cine americano. Las
secuencias en las que el protagonista visita la casa a medio construir
junto a la playa están impregnadas de una extraña melancolía, sublimada
por la música de Maurice Jarre. Thalberg murió de un ataque al corazón a
los 27 años. Stahr, de espaldas a la cámara, se adentra en el plató de
cine y Kazan funde a negro. Ambos sabían que aquel sería el último plano
de sus vidas. En la ficción y en la vida real. **** (29-12-2016)
Tierras lejanas (The Far Country,
1955). James Stewart siempre encarnó a héroes moralmente ambiguos en
los westerns de Anthony Mann. Y éste es uno de los que mejor sintetiza
sus rasgos: un individualista pragmático que no duda en asesinar a
quienes roban su ganado y, solo al final, decide comprometerse con la
pacífica comunidad minera asediada por el corrupto John McIntire y su
banda de pistoleros. Aunque lo hará, cierto, para vengar la muerte de su
amigo Walter Brennan. Destacan, como siempre en Mann, la belleza del
paisaje (la película fue rodada en las montañas nevadas del Parque
Nacional de Alberta) y su facilidad para situar a los personajes en un
medio hostil que agiganta las dimensiones de su tragedia. A pesar del
final más o menos esperanzador, constatamos que Stewart no solo ha
perdido en la aventura a su fiel compañero Brennan, sino también a Ruth
Roman, esa mujer tan ambiciosa como él que se redime -también ella-
dando la vida para salvarle, en la más trágica y definitiva declaración
de amor expresada en un western. ***1/2 (31-12-1017)
Las aventuras de Tintín. El secreto del Unicornio.
(The Adventures of Tintin: Secret of the Unicorn, 2011). Un
sueño largamente perseguido por Steven Spielberg, adaptar a Tintín con
la mejor tecnología posible a su disposición, cuya plasmación en
imágenes digitales 3D resulta paradójicamente decepcionante, al menos
para los fieles seguidores del comic, que habrán visto traicionada su
esencia. Impecable visualmente y dotada de un ritmo vertiginoso, se
asemeja más a un capítulo de la serie Indiana Jones que al enigmático,
pintoresco y algo retro universo ideado por Hergé. Ni siquiera la música
de John Williams logra estar a la altura del sagaz personaje en esta
atronadora y exuberante adaptación. ** (1-1-2017).
El nuevo caso del Inspector Clouseau (A Shot in the Dark, 1964). Segunda entrega de la serie Pink Panther
iniciada en 1963 por Blake Edwards. Peter Sellers, que en la primera
parte tenía un papel secundario, se convierte a partir de aquí en
protagonista absoluto de la saga. El inspector más torpe de la Sureté
vuelve a provocar a su alrededor toda índole de desgracias para
desesperación de su jefe, el comisario Dreyfuss (Herbert Lom).
Inolvidables apariciones de Kato, el criado de Clouseau experto en artes
marciales, y gags realmente hilarantes -dignos de los mejores Laurel y
Hardy- sitúan esta película entre las mejores comedias absurdas de la
historia. Imposible contener la risa ante el cúmulo de catástrofes que
genera, de manera involuntaria, el imbécil y pomposo Clouseau, elevado
por Sellers a la categoría de mito del humor. **** (2-1-2017)
Drugstore Cowboy (1989). La vida
cotidiana de cuatro toxicómanos en el Oregón principios de los años 70.
La segunda película de Gus Van Sant es una crónica desapasionada y
ciertamente creíble de un grupo sin otro horizonte que la siguiente
dosis de heroína. La primera parte es algo morosa pero, a partir de la
muerte por sobredosis de una de las chicas, la historia gana en interés y
profundidad. El personaje encarnado por Matt Dillon no carece de
matices y William S. Burroughs, el poeta icónico de la generación beat,
aparece al final convertido en un viejo y filosófico sacerdote adicto a
las drogas. ***1/2 (3-1-2017)
Sunset Song (2015). Terence
Davies adapta la primera parte Scots Squairs, la trilogía escrita por el
escocés Lewis Grassic Gibbons sobre el mundo rural en que vivía. La
tierra, en efecto, es la verdadera protagonista de esta película
visualmente deslumbrante. Hay ecos de Terence Malick (en la manera de
filmar la naturaleza, en la voz en over que conduce en el relato)
pero también de King Vidor y John Ford (en los ritos y ceremonias, en
la utilización de las canciones populares, en los planos colectivos). Es
llamativo, sin embargo, cómo el ritmo parsimonioso, la cadencia de las
imágenes, se quiebra en ocasiones de manera abrupta por hechos
terribles, provocando situaciones desconcertantes, a menudo producto de
la utilización de la elipsis (el suicidio de la madre de la
protagonista, el comportamiento inesperadamente violento de su esposo
cuando regresa de la guerra, la decisión de ella de enaltecerlo pese a
todo tras su muerte). Es como si Davies quisiera exacerbar el drama
hasta el paroxismo. Imposible que una película tan bella y áspera cómo
ésta deje indiferente a nadie. **** (3-1-2017)
Fahrenheit 451 (1966). François
Truffaut adapta la inolvidable novela de ciencia ficción de Ray
Bradbury, un autor con el que tiene mucho en común, dotándola de un
barniz muy personal. La obra anticipa un futuro distópico. Es el mundo
al revés: bomberos incendiarios, lectores fugitivos y trenes que
circulan bajo raíles y no sobre ellos. Toda una metáfora del absurdo
devenir de los tiempos. Uno de esos bomberos, Montag, siente curiosidad
por saber qué cuentan esos libros a los que prende fuego, un día decide
salvar uno de la quema (David Copperfield, de Charles Dickens) y lo lee en una sola noche. Farhenheit 451
es una película elegíaca sobre un mundo –el de la imaginación, el
aprendizaje, la belleza de las cosas y la libertad del hombre- que se
desaparece en beneficio de una especie de adoctrinamiento de las masas
ejecutado por un poder invisible, tal como ejemplifican esas pantallas
gigantes incrustadas en las paredes de las casas, plasmas futuristas que
emiten inacabables realities y adormecen cualquier atisbo de
inquietud personal. No es extraño ver en la televisión la causa de todos
los males de una sociedad donde prohibir leer equivale a prohibir
pensar. La estética luminosa de ese mundo futuro –basado en la teoría de
que la ignorancia proporciona la felicidad- contrasta con su
insoportable frialdad, con su más absoluta deshumanización. Es un brillo
impostado que contrasta con los bosques impregnados de niebla donde se
refugian los hombres-libro convertidos por Ray/Truffalut en el arca de
la sabiduría. El bombero Montag, digno por fin de mejor causa, descubre
en ese paisaje mágico la luz verdadera. Una fuga esperanzadora,
maravillosamente realzada por el coro de libros recitados a viva voz y
la bellísima partitura musical compuesta por Bernard Herrman. ***** (4-1-2017)
Cloro (Chlorine, 2015).
Interesante, aunque no del todo logrado debut como director del italiano
Lamberto Sanfelice. La historia de una adolescente aficionada a la
natación sincronizada que debe hacerse cargo de su hermano pequeño y de
su padre trastornado tras la muerte de la madre. Narrada con extrema
sequedad, se inscribe en cierta escuela del cine europeo del nuevo siglo
puesta de moda en festivales y recuerda más de la cuenta a la suiza Sister, de Ursula Maier. Convence por su tono y atmósfera gélidos, sostenidos incluso en el irrelevante desenlace. *** (5-1-2017)
En un lugar sin ley (Ain't Them Bodies Saints, 2013). Thriller
de extraña textura ambientado en Kansas a principios de los años 70 del
siglo pasado. Con un argumento similar al del clásico de Arthur Penn La jauría humana,
narra el viaje de regreso al hogar de un preso fugado de la cárcel al
que nadie -salvo su esposa, y solo en cierto sentido- desea ver por
allí, pero lo hace en voz baja, casi como un susurro en la penumbra.
Tanto es así que la película parece más fruto de la ensoñación de Rooney
Mara, la mujer de este Ulises sin patria encarnado por Casey Affleck,
que una historia real. David Lowery, montador habitual, acierta con el
tempo narrativo y filma con inusitada fuerza las breves secuencias de
acción de un título a retener, premiado en Sundance por su ingrávida
fotografía. **** (6-1-2017)
Locke. (2013). Después de que Rodrigo Cortés filmase integramente Buried dentro de un ataúd, cualquier tour de forcé
similar parece inane. Steven Knight lo intenta, con la colaboración del
actor Tom Hardy, desde el interior de un coche circulando por una
autopista, en tiempo real y con un smartphone como herramienta
indispensable. El protagonista, un hombre de vida teóricamente feliz
–profesional cualificado con esposa e hijos que parecen adorarle-
desatiende de repente sus obligaciones laborales y familiares para
cumplir un mandato ético y ajustar cuentas con su padre. Al guion no le
faltan coartadas pero a los 20 minutos de proyección la idea empieza a
agotarse. De ahí que, tras un buen comienzo, incurra en cansinas
reiteraciones. **1/2 (7-1-2017)
El caso Fischer. (Pawn Sacrifice,
2014). Biopic acerca del legendario jugador norteamericano de ajedrez
Bobby Fischer, centrado en el campeonato del mundo de 1972 donde derrotó
al ruso Boris Spassky, considerado todavía hoy el encuentro del siglo,
no solo por enfrentar a dos de los grandes maestros de todos los tiempos
sino por ejemplificar sobre un tablero de ajedrez la disputa entre
ambas potencias militares en plena Guerra Fría. Simultaneando imágenes
documentales acompañadas por los hits musicales de la época con retazos
de la vida de Fischer hasta alcanzar el esperado clímax final, la
película de Edward Zwick posee un ritmo fluido pero carece de verdadera
fuerza (las partidas de ajedrez están rodadas incluso con apatía) y
cuesta empatizar con un personaje tan ególatra, insociable y devorado
por la neurosis como Fischer. Aunque –según explicita la película-
demonios parecidos corroen a su rival Spassky. Al final resulta
sintomático constatar cómo un héroe nacional de su tiempo acabó
convertido en exiliado político, perseguido por los mismos sátrapas que
le utilizaron en beneficio de sus propios intereses. ** (7-1-2017)
¿Qué fue de Baby Jane? (What Ever
Happened to Baby Jane?, 1962). Todo un tratado de la crueldad
magistralmente orquestado por Robert Aldrich e interpretado por dos
veteranas actrices on fire, Bette Davis y Joan Crawford. La
historia de las hermanas Hudson, enclaustradas en un viejo caserón de
Beverly Hills tan decrépito como el habitado por la Norma Desmond de El crepúsculo de los dioses,
supone una vuelta más de tuerca al mito de los juguetes rotos de
Hollywood, ese pasado tan glorioso como efímero que convierte el
presente en eterna condena. Terror psicológico elevado a la categoría de
clásico. **** (9-1-2017).
La tortuga roja (La tortue rouge,
2015). Primer largo de animación del holandés Michael Dudok de Wit. Una
historia tan mínima como disfrutable. Inspirada, según declaraciones
del autor, en la impresión que le causó la lectura juvenil de Robinson
Crusoe, narra la relación que se establece entre un náufrago llegado a
una isla desierta y la misteriosa tortuga roja que habita el lugar. Con
trazos sencillos y sin palabras, aunque apoyándose en una bella banda
sonora, la película deriva del realismo (los intentos del náufrago de
escapar de la isla) hacia la fantasía (la historia de amor ¿soñada? con
la tortuga que una y otra vez sabotea sus intentos de huida), invitando
al espectador a dejarse llevar por tan sugestivo relato. ***1/2 (11-1-2017)
Soldado azul (Blue Soldier,
1970). Basada en una historia real, la matanza de Sand Creek perpetrada
en 1964 por el Coronel Chivington contra un poblado Cheyenne que causó
la muerte de más de 500 indios, muchos de ellos, mujeres, niños y
ancianos. La película de Ralph Nelson no escatima en violencia y muestra
la brutalidad con que actuaron los soldados yanquis -violaciones
incluidas- de manera explícita. Lo implícito es la denuncia a acciones
similares cometidas por el ejército norteamericano en la guerra de
Vietnam, lectura política que convirtió Soldado azul en una
película controvertida: valiente y genuina para unos, revanchista y
maniquea para otros. Cierto que Ralph Nelson, poco dado a sutilezas,
nunca fue un buen director. La historia de amor entre el ingenuo soldado
interpretado por Peter Strauss y la mujer rescatada de los indios
encarnada por Candice Bergen bordea el ridículo, a pesar de la belleza
de la actriz y del cándido erotismo de algunas secuencias. **1/2 (12-1-2017).
El hombre tranquilo (The Quiet
Man, 1952). Proyecto anhelado por John Ford durante muchos años y una de
sus películas más bellas, fluida mezcla de comedia irlandesa y
melodrama romántico. Ford convierte el Galway de sus antepasados en una
especie de arcadia perdida, un Brigadoon de verdes praderas,
cercas de piedra y playas de arena pálida. Humorística y lírica a partes
iguales, es difícil no sucumbir al encanto irresistible de la película,
protagonizada por John Wayne y Maureen O’Hara, ambos en estado de
gracia, y secundada por una extraordinaria galería de personajes
fordianos –de Barry Fitzgerald como el borrachín y casamentero
Michaeleen Flynn a Victor McLaglen como el testarudo y fanfarrón
Danaher-. Contiene las escenas de amor más turbadoras y explícitamente
sexuales rodadas por Ford a lo largo de su carrera –el primer beso en el
cottage de Thornton, homenajeado por Spielberg en E.T. el
extraterrestre; y, sobre todo, la inolvidable secuencia del cementerio
celta al que llegan los protagonistas para resgudarse de la lluvia y
explicitar, ya sin reservas, su mutuo deseo bajo una inesperada tormenta
de truenos y relámpagos, en uno de los instantes más luminosos y al
tiempo sobrecogedores de la historia del cine. Obra maestra. ***** (14-1-2017)
El porvenir (L’avenir, 2016).
Isabelle Huppert se erige en la protagonista absoluta de este drama
paradójicamente desdramatizado. La actriz interpreta a una madura
profesora de filosofía, casada y con dos hijos, que acepta con sereno
estoicismo -y explícito espíritu rousseauniano- los drásticos cambios
que se producen en su vida en un breve lapso de tiempo. Fiel a cierta
tradición de cine francés (de Rohmer a Guediguian), Mia Hansen-Love
ofrece un retrato armonioso aunque privado de verdadera emoción. Un
relato donde suceden demasiadas cosas y, sin embargo, da la sensación de
que nada sucede. **1/2 (17-1-2017)
Felices 140 (2015). Interesante
película de Gracia Querejeta muy bien sostenida por un excelente elenco
de actores (Maribel Verdú, Antonio de la Torre, Marian Álvarez, Eduard
Fernández). La protagonista es una mujer soltera (Verdú) quien, con
motivo de su 40 cumpleaños, decide reunir a las personas más importantes
de su vida para hacerles una sorprendente revelación. Plantea, sin
renunciar al humor, cuestiones morales y éticas. También ofrece giros
inesperados aunque algo bruscos, bordeando más de una vez la caricatura.
En el fondo, no está muy lejos de algunas comedias negras típicamente
berlanguianas. ***1/2 (17-1-2017)
Veracruz (1954). No hay épica ni
romanticismo en los westerns de Robert Aldrich. Es la codicia lo que
mueve los impulsos de todos sus personajes. Hay quienes han querido ver
en Veracruz un precedente de la trilogía del dólar de Sergio
Leone. Y no les falta razón. Gary Cooper y Burt Lancaster encarnan a dos
soldados de fortuna, guerrilleros dispuestos a tomar partido por el
mejor postor en la guerra de Juárez contra Maximiliano. Aldrich muestra
el paisaje terroso, descarnado y áspero donde acontece la acción, un
Méjico menos pintoresco de lo habitual, y concluye que no es posible
otro final que un trágico y desigual duelo a pistola. *** (18-1-2017)
Café Society (2015). Con
encomiable puntualidad, Woody Allen presenta una película nueva cada
año. Desgraciadamente, la calidad no está siempre al mismo nivel. Café Society
podría haber sido una película maravillosa -el Hollywood de los años 30
fotografiado por Vittorio Storaro, con sus blancos resplandecientes y
azules cálidos, posee un brillo innegable; y Kristen Stewart desprende
el lánguido encanto de siempre- pero el relato se hunde en la apatía por
culpa de un guion acartonado que parece avanzar a salto de mata, sin
convicción alguna. Lástima de ocasión perdida. ** (20-1-2017)
Taxi (1996). Posee una pequeña
gran virtud, la de presentar el fascismo como algo cotidiano, casi
invisible incluso para quienes más cerca están. Los taxistas neonazis de
esta película llevan una vida casi normal. Son esposos y padres, tienen
trabajo estable y beben, cantan y bailan en las celebraciones
familiares. Pero durante la noche se convierten en ángeles de la muerte,
implacables cazadores de yonquis, putas, negros y homosexuales: todo lo
que ellos consideran escoria de la ciudad. Es posible que Carlos Saura
tuviese en mente al Taxi Driver de Martin Scorsese al rodar su
película, pero es mejor no hacer comparaciones: los personajes de Taxi
carecen de la complejidad del Travis encarnado por Robert de Niro y
tanto el guion como la dirección de Saura son de trazo grueso. Historia y
personajes bordean lo grotesco y su credibilidad se resiente. Como
película de tesis, es un proyecto loable; como obra artística, el
resultado deja bastante que desear. **1/2 (1996)
Morgan (2016). Notable debut como director de Luke Scott, Hijo de Ridley Scott, dos de cuyas primeras películas (Alien y Blade Runner)
parecen inspirar buena parte de lo que se cuenta –y de cómo se cuenta-
en este intenso y, por momentos, terrorífico, relato de ciencia ficción.
Una nueva versión, por otro lado, del mito de Prometeo –la creación por
el hombre de la vida artificial y sus horribles consecuencias- que
plantea cuestiones morales y filosóficas de diversa índole. A pesar del
escenario casi único donde se desarrolla la trama, el ritmo nunca decae y
presenta una variedad de personajes ambiguos bastante rara de ver en
una película adscrita al cine de género. Morgan es una sofisticada muestra de ciencia ficción adulta que jamás cae en el aburrimiento. **** (2016)
Tarde para la ira (2016). Opera
prima del actor Raúl Arévalo. En un papel que parece escrito para él,
Antonio de la Torre encarna al taciturno, frío y vengativo protagonista
de este violento drama. Tras una excelente secuencia de arranque, navega
con cierta deriva durante la media hora siguiente y se tensa, en
sostenido crescendo pero ya hasta el final, desde el instante en que de
la Torre encuentra al personaje de Luis Callejo para ejecutar su
implacable vendetta. La aridez del paisaje –esos barrios empobrecidos y
terrenos baldíos- sirve de metáfora a la miseria existencial de un
personaje que, como él mismo confiesa, nada tiene que perder porque todo
se lo han arrebatado hace tiempo. Película de genuina dureza que
utiliza en su banda sonora un leit motiv muy similar al empleado por Carlos Saura en La caza. ***1/2 (22-1-2017)
Tiburón (Jaws,1975). La
revelación internacional de un joven de 28 años llamado Steven
Spielberg. Basada en un best seller de temporada, el director de
Illinois muestra gran habilidad para situar el núcleo del horror en una
idílico pueblo costero amenazado por una bestia que solo al final enseña
sus dientes. Esquemática en la creación de personajes -el viejo lobo de
mar, el científico inocente, el policía honesto, el político
irresponsable-, equilibra con astucia el cine de misterio, el de terror y
el de aventuras. Tras una primera parte de realización algo televisiva,
cobra extraordinaria fuerza durante la larga e inolvidable persecución
del escualo en alta mar. Película de capital influencia para el cine que
vino después. **** (22-1-2017)
Después de nosotros (L'économie
du couple, 2016). Una agria historia de desamor. El belga Joachim
Lafosse disecciona la vida de una pareja ya separada pero obligada a
compartir la misma casa, estrictamente por motivos económicos, junto a
sus dos hijas de corta de edad. Rodada casi integramente dentro de las
paredes de ese hogar convertido en jaula, la relación avanza entre
reproches mutuos ante la presencia de las niñas –lo que genera bastante
incomodidad- y búsquedas imposibles del afecto perdido. Una película
realista que mira con equidistancia a todos sus personajes. *** (24-1-2017)
La puerta del diablo (Devil’s
Doorway, 1950). Probablemente, el primer western de la historia del cine
que se posiciona a favor de los indios. En pleno maccarthysmo, Anthony
Mann tuvo la osadía de mostrar la crueldad del hombre blanco hacía los
nativos de América, despojados de sus tierras y condenados a vivir en
indignas reservas. Robert Taylor encarna con solemnidad al indio
shoshone denostado por los blancos pese a su condecoracion durante la
Guerra Civil, donde sirvió al ejército de la Unión. Y Louis Calhern es
un villano de libro: ambicioso, hipócrita y maquiavélico; patriarca de
un racismo que impregna a toda la sociedad, como demuestra el rechazo de
Paula Raymond a tener contacto físico con el indio a pesar de reconocer
su nobleza y de sentirse incómodamente atraída por él. La dirección de
Mann es de un lirismo conciso y sombrío que sirve de puente entre sus
films noir y los weterns venideros. La negrura de La puerta del diablo
concluye con el injusto sacrificio del héroe en un conflicto desigual,
pero al menos alberga la esperanza de que su ejemplo sirva algún día
para poner fin a la intolerancia. **** (27-1-2017)
Horizontes de grandeza (The Big
Country, 1959). Un western épico cuya historia es muy sencilla: un
pacífico marino (Gregory Peck) llega a una hacienda del Oeste para
casarse con su prometida, pero allí se verá inmerso en una lucha entre
clanes por la propiedad de la tierra y del agua que abastece a las
reses. Película de conflictos (Este frente a Oeste, valentía frente a
cobardía, riqueza frente a pobreza) donde las apariencias resultan
siempre engañosas: el Mayor Terril (Charles Bickford), orgulloso
terrateniente de educadas maneras, tiene aun menos dignidad que el zafio
patriaca de los Hannassy (Burl Ives); del mismo modo que el tranquilo
marino encarnado por Peck acaba demostrando más arrojo que el viril
capataz (Charlton Heston) en una película que habla, sobre todo, del
lado irracional de la violencia. William Wyler, uno de los cineastas más
progresistas del Hollywood clásico, ofrece la mejor solución posible
para la poner fin a la guerra inútil: enfrentar, cuerpo a cuerpo, a los
dos líderes irreconciliables de ambos bandos evitando así una absurda
matanza. Cinta memorable, entre otras cosas, por la inmensidad de un
paisaje filmado en scope que empequeñece a los personajes y por la electrizante banda sonora de Jerome Moross. ****1/2 (27-1-2017)
A cambio de nada (2015). El
protagonista es un adolescente (Miguel Herrán) inquieto y camorrista,
hijo de padres separados y fraternalmente unido a su amigo Antonio
Bachiller. Fluctúa entre la crónica costumbrista, la comedia paródica y
el drama social como telón de fondo. Nada tiene demasiada verosimilitud,
pero la película gana peso –sobre todo, en su vertiente estrafalaria-
cuando entran en escena los personajes secundarios. **1/2 (27-1-2017)
Hijos de los hombres (Children of
Men, 2006). Basada en una novela de P.D James, narra el desesperado
intento de un activista (Clive Owen) para salvar al bebé de la única
mujer del planeta capaz de procrear en un futuro próximo y apocalíptico,
pues por la raza humana se ha vuelto estéril. Combina la ciencia
ficción bélica con la variante metafísica del género, pero lo hace con
excesiva brusquedad y de forma atropellada, como si quisiera contar
demasiadas cosas en un tiempo breve. Una escenografía impresionante del
envejecido Londres del futuro y algunos momentos aislados de notable
belleza plástica salvan la película del naufragio. Dirigida por el
mejicano Alfonso Cuarón, autor de la mucho más interesante Gravity. **1/2 (28-1-2017)
No se lo digas a nadie (Né le dis
a personne, 2006). Turbia historia de misterio que, tras un prólogo
donde muestra el presunto asesinato de una mujer en un lago, retoma la
acción ocho años después para demostrar que el crimen no fue lo que
parecía. La trama abusa de giros rocambolescos y, al final, uno solo
espera que la resolución llegue cuanto antes. Tan incomprensible como El sueño eterno
(Howard Hawks, 1946) pero sin la magia de aquella. Dirigida por el
habitualmente actor Guillaume Canet, tuvo cierto éxito de crítica. ** (29-1-2017)
Después de esto (Efferskalv,
2015). Opera prima del sueco Magnus von Horn, centrada en el regreso a
su pueblo natal de un adolescente salido de un reformatorio. Poco a poco
iremos sabiendo las razones de la hostilidad con la que es recibido por
sus paisanos. Película de inconfundible factura nórdica: su laconismo
verbal y ritmo pausado se ven alterados por una violencia abrupta y
agria. Incómoda de principio a fin, nunca pierde el interés, pero jamás
llega a interesar demasiado. *** (30-1-2017)
La noche del cazador (Night of
the Hunter, 1955). La única película dirigida por el actor británico
Charles Laughton es una pequeña joya, mitad cuento de terror, mitad
crónica rural. Imposible olvidar a Robert Mitchum como el falso
predicador de manos tatuadas con las palabras LOVE y HATE que asesina
mujeres para quedarse con su dinero. La película posee un look
inimitable, mérito en parte del admirable trabajo del fotógrafo Stanley
Cortez y el escenógrafo Hilyard Brown, pero también del osado talento de
Laughton, quien -¿consciente de que no volvería a dirigir nunca más?-
quiso dejar para la historia la impronta de una película exquisita, en
cuyos detalles se advierte la herencia de Griffith –su musa, Lillian
Gish, actúa en el papel de hada buena- y cuyo influjo sobre el cine de
Terence Malick es también muy evidente. ****1/2 (2-2-2017)
Historia de una monja (Nun’s
Story, 1959). Basada en una historia real, sigue el periplo de una monja
belga –con los rasgos de Audrey Hepburn- durante el convulso periodo de
Entreguerras. Es el retrato de un personaje y su mundo según el estilo
distante y riguroso de Fred Zinnemann. A veces parece un documental de
gran presupuesto sobre la vida en el convento. Historia de emociones
reprimidas, ni siquiera se permite una fuga sentimental cuando la
hermana Lucas viaja como misionera al Congo y conoce al apuesto doctor
interpretado por Peter Finch, a pesar de que las dudas sobre una
vocación que parecía insobornable crecen a medida que la protagonista
acumula experiencias vitales. *** (3-2-2017)
Como abro los ojos (À peine
j'ouvre les yeux, 2015). Una estudiante tunecina, vocalista de un grupo
musical cuyas canciones denuncian la injusticia social, sufre la
represión de un país todavía encerrado en sus tradiciones más perversas.
Espléndida película de Leyla Bouzid, que sitúa la acción en los albores
de la Primavera Árabe y explica con bastante sutileza cómo actúan los
mecanismos totalitarios cuando alguien esquiva la norma en defensa de su
propia libertad. La relación de la protagonista con su madre, otra
víctima de la represión a quien no quedó otro remedio que acatar las
reglas, expresa con una mezcla de tristeza (por los sueños frustrados) y
esperanza (por las expectativas de un futuro mejor) ese convulso y
siempre doloroso periodo de transición entre una época y otra. **** (4-2-2017)
Río salvaje (Wild River). El
empleado (Montgomery Clift) de una compañía del Gobierno que pretende
construir una presa en el río Tennessee es enviado al lugar para
convencer a una anciana propietaria (Jo van Fleet) de que venda sus
tierras. Película amarga, de extraña melancolía, que reflexiona sobre
los lazos que nos atan al pasado y la llegada implacable del progreso,
que cimienta la construcción de lo nuevo sobre la destrucción de lo
viejo. Elia Kazan, que nunca dejó de purgar pecados desde que delató a
sus compañeros durante la caza de brujas, edifica una película sobre la
dignidad y la ignominia, pero también sobre los claroscuros que habitan
entre ambos extremos. Si la lealtad a unos principios, a una forma de
vida extinta, conduce a la muerte, la única salvación –parece decir
Kazan- se encuentra en alguna forma de renuncia. **** (6-2-2017)
El olivo (2016). La joven Alma
(Anna Castillo) emprende una lucha quijotesca para recuperar el árbol
milenario que le arrebataron a su abuelo. Un elogio a los actos
irracionales de la vida, aquellos que encuentran sentido en la defensa
de la dignidad ultrajada: están condenados a fracasar de antemano pero
son necesarios para sobrevivir. Sin embargo, la acumulación de gestos
inútiles –junto a una solidaridad algo impostada- impiden que el
conjunto cuaje en una película mínimamente verosímil. Recomendable en
todo caso para idealistas de una pieza. **1/2 (8-2-2017)
El hombre de moda (1980). Retrato
intimista de la vida de un melancólico profesor de literatura (Xavier
Elorriaga) centrado en su vida profesional y la relación que mantiene
con varias mujeres. La única película de Fernando Méndez-Leite, de
factura televisiva pero narrada con una caligrafía sencilla y eficaz.
Detalles costumbristas, cinéfilos y humorísticos hacen de ella una
película agradable de ver. *** 9-2-2017
Una historia casi divertida (It’s
a Kind of a Funny Story, 2010). Un tema serio tratado con humor:
aquejado de depresión, el adolescente Keir Gilchrist ingresa en un
hospital donde conocerá a una pintoresca fauna de tipos en peor estado
que él y se enamorará de una chica de su edad (Emma Roberts). Bascula
entre la comedia romántica y el manual de autoayuda. La protagonista
femenina es demasiado encantadora para pasar por una chiflada. Trivial. ** (10-2-2017)
Niágara (1953). Una película
mítica por varias razones: Marilyn Monroe encarna a un personaje mucho
más turbio de lo habitual, fue rodada en las impresionantes cataratas
del Niágara y su luminosa fotografía en color contrasta con la negrura
de la historia. Lo más flojo es un guion parco en matices y con
personajes poco definidos; pero compensa con secuencias muy logradas,
como el asesinato de la propia Monroe o el emocionante final, con Joseph
Cotten y Jean Peters navegando en una lancha a la deriva rumbo a la
cascada. ***1/2 (11-2-2017)
No respires (Don´t Breathe,
2016). Tres jóvenes ladrones se introducen en un caserón habitado por un
hombre ciego, veterano de la guerra de Iraq, que oculta en ella una
inmensa fortuna. Una película de terror que no pasa desapercibida, pese a
incurrir en los tópicos habituales del género y despreciar la
verosimilitud; lo cual compromete al espectador avezado a seguir un
juego ciertamente tramposo y previsible. Sin embargo, no carece de
buenos momentos (la secuencia de la chica en el coche acosada por un
perro sintetiza Cujo con notable ingenio) y utiliza muy bien el
decorado: hace tiempo que Detroit se ha convertido en un paisaje
apocalíptico para el cine norteamericano y Fele Martínez realza su
derrumbe como metáfora de un presente sin esperanza para jóvenes
desclasados. *** (12-2-2017)
Un monstruo viene a verme (A
Monster Calls, 2016). Tercera película de J.A. Bayona y tercer dardo en
la diana, al menos desde una perspectiva comercial, pues se trata de un
producto de marketing impecablemente facturado pero carente de vida
propia. La historia de ese niño que debe afrontar la enfermedad terminal
de su madre es, en el fondo, un fastidioso intento de buscar la lágrima
fácil en el espectador desde la más aparatosa e insensible
grandilocuencia. *1/2 14-2-2017
Cerca de tu casa (2016). Una
película bastante curiosa y absolutamente necesaria, centrada en la
relación de dos familias enemistadas por culpa de un desahucio. Un drama
social con canciones de Silvia Pérez Cruz que suenan como un desgarro.
Los bancos son pérfidas máquinas de ganar dinero, de eso no hay duda,
pero la película también muestra la picaresca de un mundo donde
aprovechados de toda índole –como el falso abogado- se lucran a costa de
la ignorancia de sus víctimas. Sitúa la acción en 2007, al inicio de la
crisis, y evita censurar la permisividad de los gobiernos, pero al
final pone el foco en la solidaridad de la gente, en la necesaria
movilización colectiva como única forma posible de restaurar la decencia
de una sociedad corroída por la avaricia. La mejor película de Eduard
Cortés desde La vida de nadie. ***1/2 15-2-2017
Lejos del mar (2015). Imanol
Uribe regresa al mundo de ETA para relatar la extraña relación que se
establece entre una víctima del terrorismo y el verdugo de su padre.
Inquietante y tensa de principio a fin, incomprensible a veces,
transmite dureza y frialdad. Eduard Fernández y Elena Anaya –sobre todo
ella, traumatizada desde niña por el asesinato, obsesionada con el
asesino- sostienen muy bien dos personajes difíciles de interpretar. El
Cabo de Gata, escenario de la sucinta trama, se convierte en el paisaje
abstracto de esta áspera tragedia. ***1/2 16-2-2017
Ocho apellidos vascos (2014). Una
de las mejores comedias españolas de los últimos tiempos. El guion de
Borja Cobeaga y Diego San José apela con ingenio a los estereotipos
vascos y andaluces para convertir su antagonismo en una sonrisa amable,
elevada en ocasiones a carcajada. Los actores y actrices brillan a gran
altura, pero sobresale del elenco alguien tan poco habituado a la
comedia como Karra Elejalde. Dirige con agilidad el veterano Emilio
Martínez-Lázaro. **** 18-2-2017
Star Trek (2009). Parece un episodio más de Star Wars
que de la serie intergaláctica creada en los años 60 por Gene
Roddenberry. Es decir, predomina el espectaculo sobre la vertiente
especulativa y parece dirigida más a un público juvenil que a uno
adulto. Como precuela, puede suscitar interés entre los seguidores de la
saga, pues desvela los orígenes del vulcaniano Spock y del Capitán
Kirk. **