martes, 2 de enero de 2018

Billy Wilder y la crónica de sucesos

"Es la Brigada de Homicidios. Han informado de un asesinato que mañana podrá leerse en las ediciones de la noche, lo dirán en la radio y se verá en la televisión porque una vieja estrella del cine está implicada; pero antes de que lo escuchen tergiversado y magnificado, antes de que los columnistas de Hollywood empiecen a escribir, quizás quieran ver los hechos. Los verdaderos". 



Así empieza El crespúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950), donde el fracasado guionista Joe Gillis (William Holden) narra la historia de su propia muerte desde el fondo de la piscina que siempre anheló tener. Billy Wilder elige un punto de vista insólito al convertir al fallecido en el mejor cronista de su tragedia, al tiempo que lanza una diatriba contra los gacetilleros de Hollywood, a los que niega la posibilidad de una versión cierta y rigurosa de los hechos. 

El propio Wilder trabajó como periodista de sucesos antes de dedicarse al cine. Era un mundo que conocía bien y al que dedicó dos de sus mejores películas: El gran carnaval (Ace in a Hole, 1951) y Primera plana (The Front Page, 1974). A juzgar por los resultados, los periodistas son para Wilder charlatanes, ambiciosos, frívolos y maquiavélicos. Aunque el tono de ambas películas sea muy diferente.

En El gran carnaval, Kirk Douglas interpreta a Chuck Tatum, reportero famoso en otro tiempo, que recala en el periodico local de una pequeña ciudad con la idea de recuperar su prestigio. Cuando un hombre queda atrapado en el interior de una vieja mina, Tatum encuentra la oportunidad soñada: explotar hasta el límite la trágica situación de la víctima y relatar en exclusiva su agonía, sobornando cada día a quien haga falta para dilatar el rescate y poder perpetuar la noticia en el tiempo. Una vez activadas las teclas de esa "gran historia de interés humano", la maquinaria mediática avanza sin freno y el suceso se convierte en la gallina de los huevos de oro. Con la exclusiva en su poder, Tatum vende más periódicos que nadie y alrededor de la mina abandonada llegan decenas de feriantes para entretener a las masas allí reunidas, ávidas de una curiosidad no precisamente sana. Al final, cuando el pobre indefenso muere, el circo se desmonta, los campistas se marchan y solo queda la basura desparramada. La película fracasó comercialmente, sobre todo en Estados Unidos. Demasiado dura, dijeron los críticos. Y casi nadie fue a verla.




Más amable pero igual de corrosiva, Primera plana es la adaptación de un famoso libreto de Ben Hetch y Charles MacArthur anteriormente llevado al cine por Lewis Milestone y Howard Hawks

En la primera secuencia, Wilder muestra a los periodistas jugando al póker en la sala de prensa de una penitenciaria, mientras en el patio los funcionarios prueban la horca donde va a ser ejecutado un reo. Uno de los reporteros les increpa: "¡Silencio!, así no se puede trabajar". Revelador punto de partida para esta genial sátira sobre el periodismo sensacionalista en la que Walter Matthau y Jack Lemmon encarnan, respectivamente, al director y al redactor estrella de un periódico de Chicago. El personaje de Matthau es la caricatura de un periodista grosero y manipulador que ha convertido el trabajo en su única vida -se jacta incluso de dormir en la redacción del periódico- y a Lemmon en el avispado reportero de verbo fácil incapaz de decir no cuando la noticia llama a su puerta. Ambos viven el periodismo como una religión, solo que utilizan medios ilícitos para obtener sus míseras exclusivas. El resto de personajes no son mucho mejores: los plumillas de la competencia son igual de mezquinos, los políticos son corruptos y los policías unos incompetentes. Solo dos mujeres (Susan Sarandon y Carol Burnett, que encarnan a las novias de Lemmon y del condenado a muerte) poseen dignidad en esta obra crítica y divertida, pero menos grotesca de lo que parece. Si John Ford oponía en su cine verdad y leyenda para representar las dos visiones de un mismo suceso, Wilder confronta la verdad con la crónica periodística.

(y añado: después de ver el tratamiento dado por algunos medios de comunicación al caso de Diana Quer y a otros parecidos, sospecho que Billy Wilder no exageraba demasiado. Solo los hechos comprobados pueden ser noticia. Lo demás es rumor o cuento).

Carlos Guiñales









domingo, 31 de diciembre de 2017

RESEÑAS 2017

The Invisible Woman (2013). Segunda incursión del actor Ralph Fiennes tras la cámara. Realización elegante y encuadres pictóricos. Narra con notable credibilidad la relación adúltera que mantuvo un ya maduro Charles Dickens con una joven aspirante a actriz interpretada por Felicity Jones. Sin llegar a sorprender demasiado, elude tópicos y está bien narrada. ***1/2

The Captive City (1952). Una agradable sorpresa, dirigida por Robert Wise con sequedad y concisión –valores que iría perdiendo con el paso del tiempo y el incremento del presupuesto-. John Forsythe es un periodista honesto decidido a desenmascarar una trama corrupta en una pequeña ciudad estadounidense, tema de muy vigente actualidad. Tono documental y un comienzo que recuerda –y mucho- al de la posterior La invasión de los ladrones de cuerpos, de Don Siegel. ****

Una partida de campo (Une partie de campagne, 1936). Basada en un relato de Gay de Maupassant pero visualmente inspirada en los cuadros de Auguste Renoir, padre de Jean, describe la excursión dominical de una familia parisina al río Loira, breve escapada a la naturaleza tras la cuál ya nada será igual. Ninguna película ha descrito con tanta sencillez el nacimiento del amor y su pérdida irreparable, el súbito despertar de los sentidos frente al tiempo que todo lo devora. Parece una película inacabada pero no lo es. Sucede que Renoir tuvo la osadía de golpearnos, en 1936, con la elipsis más brutal y sobrecogedora de la historia del cine para certificar que la felicidad es un instante y lo demás el anhelo de su recuerdo reflejado en las aguas mansas de un río. *****

El lado bueno de las cosas (2012). Comedia más o menos romántica protagonizada por personajes que comienzan resultando áridos para, secuencia tras secuencia, ganar en empatía (evolución que empieza a resultar muy poco novedosa en Hollywood). Sobran algunas escenas, pero Jennifer Lawrence –que se llevó el Oscar- está muy bien y la película es entretenida, con clímax feliz incluido. David O. Russell dirige con oficio. ***

El filo de la navaja (1946). Poderoso melodrama dirigido por Edmund Goulding para la Fox a partir de una novela de Somerset Maugham. Una historia bigger than life con excelentes personajes y un ritmo muy equilibrado, a pesar de los constantes cambios de espacio (tres continentes) y tiempo (más de una década). Gene Tierney, tan malvada como en Que en el cielo la juzgue, resulta aquí más creíble; y Tyrone Power encarna de manera aceptable al joven idealista insatisfecho con su propia vida; pero los protagonistas son superados por un magnífico trío de secundarios: Clifton Webb, Anne Baxter y Herbert Marshall (en el papel del propio escritor y narrador de la historia). Una gran película. ****1/2

La mejor oferta (2013). Espléndida película protagonizada por Geoffrey Rush y dirigida por Giuseppe Tornatore, uno de los mejores cineastas europeos en activo. Un veterano subastador y coleccionista de obras de arte recibe el encargo de inventariar las posesiones de una extraña joven que vive sola en un decrépito caserón, inicio de una fascinante intriga. Memorable de principio a fin, aunque la sombra de Vértigo planea sutilmente sobre la trama. *****1/2

Ida (2013). Una joven novicia sale del convento donde ha pasado toda su vida para buscar, junto a una tía a la que no conoce, la tumba dónde están enterrados sus padres. Los secretos familiares se revelarán con toda su crudeza y la joven deberá elegir entre dos formas de vida. Ambientada en la Polonia rural de los años 60 y rodada en blanco y negro, recuerda por su sequedad cierto tipo de cine del Este que se hacía en aquella época, pero es inevitable citar el tono bressoniano de la cinta. Un rotundo éxito de crítica, algo excesivo quizás para una película donde la emoción queda tan apresada como la propia protagonista. ***1/2

A cualquier precio (2012). Drama familiar ambientado en una América rural contemporánea bajo cuya luminosidad se ocultan auténticas miserias. Dirigida por el norteamericano de origen iraní Ramin Bahrani y protagonizada por Dennis Quaid y Zac Efron (padre e hijo en la película), revela la hipocresía latente de una sociedad donde las trampas y las mentiras están a la orden del día, aunque al final todos parecen estar de acuerdo en guardar la basura bajo la alfombra. Destaca la interpretación de la joven Maika Monroe en su primer papel relevante. ***1/2

Un lugar en la tierra (A place sur la terre, 2013). Un fotógrafo voyeur se obsesiona con su joven vecina de enfrenta, pianista, arqueóloga y suicida potencial. Estamos, sin embargo, lejos de Peeping Tom y no tanto del desgarrado y autodestructivo universo de un Philippe Garrel. Benoît Poelvoorde y Ariane Labed encarnan con convicción a los protagonistas de este sombrío y, en el fondo, delicado drama sobre la felicidad esquiva: uno puede estar buscándola toda la vida y, cuando por fin la atrapa, se le escurre entre los dedos. Notable segunda película de Fabienne Godet. ****

Flashdance. (1983). Todo un fenómeno de los años 80. Millones de jóvenes aprendieron a bailar break y se enamoraron de Jennifer Beals con esta película. Más allá del encanto pasajero de sus canciones, destaca hoy por su estética neopunk y el ambiente opresivo en que se mueve la protagonista: nada tiene que ver este Nueva York de la working class con el bello Manhattan que filmaba en esa misma época Woody Allen. Música compuesta por el hoy olvidado Giorgio Moroder y dirección del también coyuntural Adrian Lyne. **1/2

Tocando fondo (Smashed). 2012. Modesta pero apreciable película made for Sundance protagonizada por una pareja de alcohólicos. No elude los clichés habituales del género ni aporta una visión especialmente novedosa, pero tiene la duración justa (78 minutos) y acaba resultando creíble. Segunda película de James Ponsoldt (la primera, curiosamente, también trataba sobre un alcohólico). ***

Foxfire: Confesiones de una banda de chicas. (2012). Laurent Cantet adapta la novela de Joyce Carol Oates con el mismo estilo naturalista que empleaba en La clase. Ambas son complementarias: aproximaciones al mundo adolescente a partir del concepto tribal, solo que en Foxfire el grupo es más homogéneo y se caracteriza por su rebeldía, su enfrentamiento a esa América rural y machista de los años 50. A pesar de algunos momentos de cierto lirismo, la película incurre en demasiados estereotipos y Cantet nunca ha sido un cineasta dotado para la síntesis.  ***

La jauría humana. (The Chase,1966). Una obra todavía impactante medio siglo después de su estreno. Retrato despiadado de una comunidad hastiada, cínica y violenta, movida por sentimientos de envidia y arribismo. La fuga de la cárcel de uno de los chicos malos de la pequeña ciudad (con el rostro de nobleza, eso sí, que le imprime Robert Redford) desencadenará la cólera de sus paisanos. Memorable por sus estallidos de violencia –la paliza que recibe el sheriff Marlon Brando, el linchamiento final a sangre fría- pero también por la atmósfera malsana que contamina cada rincón de cada encuadre. ****

Stake Land. (2010). Terror sombrío y apocalíptico. Huida hacia ninguna parte de un joven adolescente y su mentor a través de un paisaje inhóspito, bajo la constante amenazada de hordas de vampiros emboscados en cada recodo de la carretera (la cita a la magistral novela de Cormac McCarthy no es gratuita). Entre la road movie siniestra y la historia de aprendizaje, cabalga este relato firmado por uno de los autores más personales del último cine indie: Jim Mickle. ***1/2

La isla mínima. 2014. Un thriller ambientado en la España profunda (marismas del Guadalquivir, 1980) repleto de aristas y realizado con notable habilidad por Alberto Rodríguez. Más allá de la intriga que propone (el guion no es lo más trabajado de la película) sobresale por la compleja y siempre tensa relación que une a los personajes –especialmente esos dos policías tan distintos entre sí obligados a convivir en tierra hostil-, pero también por su atmósfera deudora del cine negro y por su manera de captar el ambiente putrefacto del lugar y convertirlo en un protagonista más de la historia. ***1/2

El último magnate (The Last Tycoon, 1976). La novela inacabada de Francis Scott Fitzgerald, convertida en guion por Harold Pinter, cierra con encomiable dignidad la filmografía de Elia Kazan. Se centra en la figura de Monroe Stahr, un joven productor de cine más o menos inspirado en Irving Thalberg y encarnado convincentemente por Robert de Niro. Bascula entre la recreación de las bambalinas del glamouroso Hollywood de los años 30 y la relación amorosa que el protagonista mantiene con Ingrid Boulting, descrita con una sensibilidad bastante rara en el cine americano. Las secuencias en las que el protagonista visita la casa a medio construir junto a la playa están impregnadas de una extraña melancolía, sublimada por la música de Maurice Jarre. Thalberg murió de un ataque al corazón a los 27 años. Stahr, de espaldas a la cámara, se adentra en el plató de cine y Kazan funde a negro. Ambos sabían que aquel sería el último plano de sus vidas. En la ficción y en la vida real. **** (29-12-2016)

Tierras lejanas (The Far Country, 1955). James Stewart siempre encarnó a héroes moralmente ambiguos en los westerns de Anthony Mann. Y éste es uno de los que mejor sintetiza sus rasgos: un individualista pragmático que no duda en asesinar a quienes roban su ganado y, solo al final, decide comprometerse con la pacífica comunidad minera asediada por el corrupto John McIntire y su banda de pistoleros. Aunque lo hará, cierto, para vengar la muerte de su amigo Walter Brennan. Destacan, como siempre en Mann, la belleza del paisaje (la película fue rodada en las montañas nevadas del Parque Nacional de Alberta) y su facilidad para situar a los personajes en un medio hostil que agiganta las dimensiones de su tragedia. A pesar del final más o menos esperanzador, constatamos que Stewart no solo ha perdido en la aventura a su fiel compañero Brennan, sino también a Ruth Roman, esa mujer tan ambiciosa como él que se redime -también ella- dando la vida para salvarle, en la más trágica y definitiva declaración de amor expresada en un western. ***1/2 (31-12-1017)

Las aventuras de Tintín. El secreto del Unicornio. (The Adventures of Tintin: Secret of the Unicorn, 2011). Un sueño largamente perseguido por Steven Spielberg, adaptar a Tintín con la mejor tecnología posible a su disposición, cuya plasmación en imágenes digitales 3D resulta paradójicamente decepcionante, al menos para los fieles seguidores del comic, que habrán visto traicionada su esencia. Impecable visualmente y dotada de un ritmo vertiginoso, se asemeja más a un capítulo de la serie Indiana Jones que al enigmático, pintoresco y algo retro universo ideado por Hergé. Ni siquiera la música de John Williams logra estar a la altura del sagaz personaje en esta atronadora y exuberante adaptación. ** (1-1-2017).

El nuevo caso del Inspector Clouseau (A Shot in the Dark, 1964). Segunda entrega de la serie Pink Panther iniciada en 1963 por Blake Edwards. Peter Sellers, que en la primera parte tenía un papel secundario, se convierte a partir de aquí en protagonista absoluto de la saga. El inspector más torpe de la Sureté vuelve a provocar a su alrededor toda índole de desgracias para desesperación de su jefe, el comisario Dreyfuss (Herbert Lom). Inolvidables apariciones de Kato, el criado de Clouseau experto en artes marciales, y gags realmente hilarantes -dignos de los mejores Laurel y Hardy- sitúan esta película entre las mejores comedias absurdas de la historia. Imposible contener la risa ante el cúmulo de catástrofes que genera, de manera involuntaria, el imbécil y pomposo Clouseau, elevado por Sellers a la categoría de mito del humor. **** (2-1-2017)

Drugstore Cowboy (1989). La vida cotidiana de cuatro toxicómanos en el Oregón principios de los años 70. La segunda película de Gus Van Sant es una crónica desapasionada y ciertamente creíble de un grupo sin otro horizonte que la siguiente dosis de heroína. La primera parte es algo morosa pero, a partir de la muerte por sobredosis de una de las chicas, la historia gana en interés y profundidad. El personaje encarnado por Matt Dillon no carece de matices y William S. Burroughs, el poeta icónico de la generación beat, aparece al final convertido en un viejo y filosófico sacerdote adicto a las drogas. ***1/2 (3-1-2017)

Sunset Song (2015). Terence Davies adapta la primera parte Scots Squairs, la trilogía escrita por el escocés Lewis Grassic Gibbons sobre el mundo rural en que vivía. La tierra, en efecto, es la verdadera protagonista de esta película visualmente deslumbrante. Hay ecos de Terence Malick (en la manera de filmar la naturaleza, en la voz en over que conduce en el relato) pero también de King Vidor y John Ford  (en los ritos y ceremonias, en la utilización de las canciones populares, en los planos colectivos). Es llamativo, sin embargo, cómo el ritmo parsimonioso, la cadencia de las imágenes, se quiebra en ocasiones de manera abrupta por hechos terribles, provocando situaciones desconcertantes, a menudo producto de la utilización de la elipsis (el suicidio de la madre de la protagonista, el comportamiento inesperadamente violento de su esposo cuando regresa de la guerra, la decisión de ella de enaltecerlo pese a todo tras su muerte). Es como si Davies quisiera exacerbar el drama hasta el paroxismo. Imposible que una película tan bella y áspera cómo ésta deje indiferente a nadie. **** (3-1-2017)

Fahrenheit 451 (1966). François Truffaut adapta la inolvidable novela de ciencia ficción de Ray Bradbury, un autor con el que tiene mucho en común, dotándola de un barniz muy personal. La obra anticipa un futuro distópico. Es el mundo al revés: bomberos incendiarios, lectores fugitivos y trenes que circulan bajo raíles y no sobre ellos. Toda una metáfora del absurdo devenir de los tiempos. Uno de esos bomberos, Montag, siente curiosidad por saber qué cuentan esos libros a los que prende fuego, un día decide salvar uno de la quema (David Copperfield, de Charles Dickens) y lo lee en una sola noche. Farhenheit 451 es una película elegíaca sobre un mundo –el de la imaginación, el aprendizaje, la belleza de las cosas y la libertad del hombre- que se desaparece en beneficio de una especie de adoctrinamiento de las masas ejecutado por un poder invisible, tal como ejemplifican esas pantallas gigantes incrustadas en las paredes de las casas, plasmas futuristas que emiten inacabables realities y adormecen cualquier atisbo de inquietud personal. No es extraño ver en la televisión la causa de todos los males de una sociedad donde prohibir leer equivale a prohibir pensar. La estética luminosa de ese mundo futuro –basado en la teoría de que la ignorancia proporciona la felicidad- contrasta con su insoportable frialdad, con su más absoluta deshumanización. Es un brillo impostado que contrasta con los bosques impregnados de niebla donde se refugian los hombres-libro convertidos por Ray/Truffalut en el arca de la sabiduría. El bombero Montag, digno por fin de mejor causa, descubre en ese paisaje mágico la luz verdadera. Una fuga esperanzadora, maravillosamente realzada por el coro de libros recitados a viva voz y la bellísima partitura musical compuesta por Bernard Herrman. ***** (4-1-2017)

Cloro (Chlorine, 2015). Interesante, aunque no del todo logrado debut como director del italiano Lamberto Sanfelice. La historia de una adolescente aficionada a la natación sincronizada que debe hacerse cargo de su hermano pequeño y de su padre trastornado tras la muerte de la madre. Narrada con extrema sequedad, se inscribe en cierta escuela del cine europeo del nuevo siglo puesta de moda en festivales y recuerda más de la cuenta a la suiza Sister, de Ursula Maier. Convence por su tono y atmósfera gélidos, sostenidos incluso en el irrelevante desenlace.  *** (5-1-2017)

En un lugar sin ley (Ain't Them Bodies Saints, 2013). Thriller de extraña textura ambientado en Kansas a principios de los años 70 del siglo pasado. Con un argumento similar al del clásico de Arthur Penn La jauría humana, narra el viaje de regreso al hogar de un preso fugado de la cárcel al que nadie -salvo su esposa, y solo en cierto sentido- desea ver por allí, pero lo hace en voz baja, casi como un susurro en la penumbra. Tanto es así que la película parece más fruto de la ensoñación de Rooney Mara, la mujer de este Ulises sin patria encarnado por Casey Affleck, que una historia real. David Lowery, montador habitual, acierta con el tempo narrativo y filma con inusitada fuerza las breves secuencias de acción de un título a retener, premiado en Sundance por su ingrávida fotografía. **** (6-1-2017)

Locke. (2013). Después de que Rodrigo Cortés filmase integramente Buried dentro de un ataúd, cualquier tour de forcé similar parece inane. Steven Knight lo intenta, con la colaboración del actor Tom Hardy, desde el interior de un coche circulando por una autopista, en tiempo real y con un smartphone como herramienta indispensable. El protagonista, un hombre de vida teóricamente feliz –profesional cualificado con esposa e hijos que parecen adorarle- desatiende de repente sus obligaciones laborales y familiares para cumplir un mandato ético y ajustar cuentas con su padre. Al guion no le faltan coartadas pero a los 20 minutos de proyección la idea empieza a agotarse. De ahí que, tras un buen comienzo, incurra en cansinas reiteraciones. **1/2 (7-1-2017)

El caso Fischer. (Pawn Sacrifice, 2014). Biopic acerca del legendario jugador norteamericano de ajedrez Bobby Fischer, centrado en el campeonato del mundo de 1972 donde derrotó al ruso Boris Spassky, considerado todavía hoy el encuentro del siglo, no solo por enfrentar a dos de los grandes maestros de todos los tiempos sino por ejemplificar sobre un tablero de ajedrez la disputa entre ambas potencias militares en plena Guerra Fría. Simultaneando imágenes documentales acompañadas por los hits musicales de la época con retazos de la vida de Fischer hasta alcanzar el esperado clímax final, la película de Edward Zwick posee un ritmo fluido pero carece de verdadera fuerza (las partidas de ajedrez están rodadas incluso con apatía) y cuesta empatizar con un personaje tan ególatra, insociable y devorado por la neurosis como Fischer. Aunque –según explicita la película- demonios parecidos corroen a su rival Spassky. Al final resulta sintomático constatar cómo un héroe nacional de su tiempo acabó convertido en exiliado político, perseguido por los mismos sátrapas que le utilizaron en beneficio de sus propios intereses. ** (7-1-2017)

¿Qué fue de Baby Jane? (What Ever Happened to Baby Jane?, 1962). Todo un tratado de la crueldad magistralmente orquestado por Robert Aldrich e interpretado por dos veteranas actrices on fire, Bette Davis y Joan Crawford. La historia de las hermanas Hudson, enclaustradas en un viejo caserón de Beverly Hills tan decrépito como el habitado por la Norma Desmond de El crepúsculo de los dioses, supone una vuelta más de tuerca al mito de los juguetes rotos de Hollywood, ese pasado tan glorioso como efímero que convierte el presente en eterna condena. Terror psicológico elevado a la categoría de clásico. **** (9-1-2017).

La tortuga roja (La tortue rouge, 2015). Primer largo de animación del holandés Michael Dudok de Wit. Una historia tan mínima como disfrutable. Inspirada, según declaraciones del autor, en la impresión que le causó la lectura juvenil de Robinson Crusoe, narra la relación que se establece entre un náufrago llegado a una isla desierta y la misteriosa tortuga roja que habita el lugar. Con trazos sencillos y sin palabras, aunque apoyándose en una bella banda sonora, la película deriva del realismo (los intentos del náufrago de escapar de la isla) hacia la fantasía (la historia de amor ¿soñada? con la tortuga que una y otra vez sabotea sus intentos de huida), invitando al espectador a dejarse llevar por tan sugestivo relato. ***1/2 (11-1-2017)

Soldado azul (Blue Soldier, 1970). Basada en una historia real, la matanza de Sand Creek perpetrada en 1964 por el Coronel Chivington contra un poblado Cheyenne que causó la muerte de más de 500 indios, muchos de ellos, mujeres, niños y ancianos. La película de Ralph Nelson no escatima en violencia y muestra la brutalidad con que actuaron los soldados yanquis -violaciones incluidas- de manera explícita. Lo implícito es la denuncia a acciones similares cometidas por el ejército norteamericano en la guerra de Vietnam, lectura política que convirtió Soldado azul en una película controvertida: valiente y genuina para unos, revanchista y maniquea para otros. Cierto que Ralph Nelson, poco dado a sutilezas, nunca fue un buen director. La historia de amor entre el ingenuo soldado interpretado por Peter Strauss y la mujer rescatada de los indios encarnada por Candice Bergen bordea el ridículo, a pesar de la belleza de la actriz y del cándido erotismo de algunas secuencias. **1/2 (12-1-2017).

El hombre tranquilo (The Quiet Man, 1952). Proyecto anhelado por John Ford durante muchos años y una de sus películas más bellas, fluida mezcla de comedia irlandesa y melodrama romántico. Ford convierte el Galway de sus antepasados en una especie de arcadia perdida, un Brigadoon de verdes praderas, cercas de piedra y playas de arena pálida. Humorística y lírica a partes iguales, es difícil no sucumbir al encanto irresistible de la película, protagonizada por John Wayne y Maureen O’Hara, ambos en estado de gracia, y secundada por una extraordinaria galería de personajes fordianos –de Barry Fitzgerald como el borrachín y casamentero Michaeleen Flynn a Victor McLaglen como el testarudo y fanfarrón Danaher-. Contiene las escenas de amor más turbadoras y explícitamente sexuales rodadas por Ford a lo largo de su carrera –el primer beso en el cottage de Thornton, homenajeado por Spielberg en E.T. el extraterrestre; y, sobre todo, la inolvidable secuencia del cementerio celta al que llegan los protagonistas para resgudarse de la lluvia y explicitar, ya sin reservas, su mutuo deseo bajo una inesperada tormenta de truenos y relámpagos, en uno de los instantes más luminosos y al tiempo sobrecogedores de la historia del cine. Obra maestra. ***** (14-1-2017)

El porvenir (L’avenir, 2016). Isabelle Huppert se erige en la protagonista absoluta de este drama paradójicamente desdramatizado. La actriz interpreta a una madura profesora de filosofía, casada y con dos hijos, que acepta con sereno estoicismo -y explícito espíritu rousseauniano- los drásticos cambios que se producen en su vida en un breve lapso de tiempo. Fiel a cierta tradición de cine francés (de Rohmer a Guediguian), Mia Hansen-Love ofrece un retrato armonioso aunque privado de verdadera emoción. Un relato donde suceden demasiadas cosas y, sin embargo, da la sensación de que nada sucede. **1/2 (17-1-2017)

Felices 140 (2015). Interesante película de Gracia Querejeta muy bien sostenida por un excelente elenco de actores (Maribel Verdú, Antonio de la Torre, Marian Álvarez, Eduard Fernández). La protagonista es una mujer soltera (Verdú) quien, con motivo de su 40 cumpleaños, decide reunir a las personas más importantes de su vida para hacerles una sorprendente revelación. Plantea, sin renunciar al humor, cuestiones morales y éticas. También ofrece giros inesperados aunque algo bruscos, bordeando más de una vez la caricatura. En el fondo, no está muy lejos de algunas comedias negras típicamente berlanguianas. ***1/2 (17-1-2017)

Veracruz (1954). No hay épica ni romanticismo en los westerns de Robert Aldrich. Es la codicia lo que mueve los impulsos de todos sus personajes. Hay quienes han querido ver en Veracruz un precedente de la trilogía del dólar de Sergio Leone. Y no les falta razón. Gary Cooper y Burt Lancaster encarnan a dos soldados de fortuna, guerrilleros dispuestos a tomar partido por el mejor postor en la guerra de Juárez contra Maximiliano. Aldrich muestra el paisaje terroso, descarnado y áspero donde acontece la acción, un Méjico menos pintoresco de lo habitual, y concluye que no es posible otro final que un trágico y desigual duelo a pistola. *** (18-1-2017)

Café Society (2015). Con encomiable puntualidad, Woody Allen presenta una película nueva cada año. Desgraciadamente, la calidad no está siempre al mismo nivel. Café Society podría haber sido una película maravillosa -el Hollywood de los años 30 fotografiado por Vittorio Storaro, con sus blancos resplandecientes y azules cálidos, posee un brillo innegable; y Kristen Stewart desprende el lánguido encanto de siempre- pero el relato se hunde en la apatía por culpa de un guion acartonado que parece avanzar a salto de mata, sin convicción alguna. Lástima de ocasión perdida. ** (20-1-2017)

Taxi (1996). Posee una pequeña gran virtud, la de presentar el fascismo como algo cotidiano, casi invisible incluso para quienes más cerca están. Los taxistas neonazis de esta película llevan una vida casi normal. Son esposos y padres, tienen trabajo estable y beben, cantan y bailan en las celebraciones familiares. Pero durante la noche se convierten en ángeles de la muerte, implacables cazadores de yonquis, putas, negros y homosexuales: todo lo que ellos consideran escoria de la ciudad. Es posible que Carlos Saura tuviese en mente al Taxi Driver de Martin Scorsese al rodar su película, pero es mejor no hacer comparaciones: los personajes de Taxi carecen de la complejidad del Travis encarnado por Robert de Niro y tanto el guion como la dirección de Saura son de trazo grueso. Historia y personajes bordean lo grotesco y su credibilidad se resiente. Como película de tesis, es un proyecto loable; como obra artística, el resultado deja bastante que desear. **1/2 (1996)

Morgan (2016). Notable debut como director de Luke Scott, Hijo de Ridley Scott, dos de cuyas primeras películas (Alien y Blade Runner) parecen inspirar buena parte de lo que se cuenta –y de cómo se cuenta- en este intenso y, por momentos, terrorífico, relato de ciencia ficción. Una nueva versión, por otro lado, del mito de Prometeo –la creación por el hombre de la vida artificial y sus horribles consecuencias- que plantea cuestiones morales y filosóficas de diversa índole. A pesar del escenario casi único donde se desarrolla la trama, el ritmo nunca decae y presenta una variedad de personajes ambiguos bastante rara de ver en una película adscrita al cine de género. Morgan es una sofisticada muestra de ciencia ficción adulta que jamás cae en el aburrimiento. **** (2016)

Tarde para la ira (2016). Opera prima del actor Raúl Arévalo. En un papel que parece escrito para él, Antonio de la Torre encarna al taciturno, frío y vengativo protagonista de este violento drama. Tras una excelente secuencia de arranque, navega con cierta deriva durante la media hora siguiente y se tensa, en sostenido crescendo pero ya hasta el final, desde el instante en que de la Torre encuentra al personaje de Luis Callejo para ejecutar su implacable vendetta. La aridez del paisaje –esos barrios empobrecidos y terrenos baldíos- sirve de metáfora a la miseria existencial de un personaje que, como él mismo confiesa, nada tiene que perder porque todo se lo han arrebatado hace tiempo. Película de genuina dureza que utiliza en su banda sonora un leit motiv muy similar al empleado por Carlos Saura en La caza. ***1/2 (22-1-2017)

Tiburón (Jaws,1975). La revelación internacional de un joven de 28 años llamado Steven Spielberg. Basada en un best seller de temporada, el director de Illinois muestra gran habilidad para situar el núcleo del horror en una idílico pueblo costero amenazado por una bestia que solo al final enseña sus dientes. Esquemática en la creación de personajes -el viejo lobo de mar, el científico inocente, el policía honesto, el político irresponsable-, equilibra con astucia el cine de misterio, el de terror y el de aventuras. Tras una primera parte de realización algo televisiva, cobra extraordinaria fuerza durante la larga e inolvidable persecución del escualo en alta mar. Película de capital influencia para el cine que vino después. **** (22-1-2017)

Después de nosotros (L'économie du couple, 2016). Una agria historia de desamor. El belga Joachim Lafosse disecciona la vida de una pareja ya separada pero obligada a compartir la misma casa, estrictamente por motivos económicos, junto a sus dos hijas de corta de edad. Rodada casi integramente dentro de las paredes de ese hogar convertido en jaula, la relación avanza entre reproches mutuos ante la presencia de las niñas –lo que genera bastante incomodidad- y búsquedas imposibles del afecto perdido. Una película realista que mira con equidistancia a todos sus personajes. *** (24-1-2017)

La puerta del diablo (Devil’s Doorway, 1950). Probablemente, el primer western de la historia del cine que se posiciona a favor de los indios. En pleno maccarthysmo, Anthony Mann tuvo la osadía de mostrar la crueldad del hombre blanco hacía los nativos de América, despojados de sus tierras y condenados a vivir en indignas reservas. Robert Taylor encarna con solemnidad al indio shoshone denostado por los blancos pese a su condecoracion durante la Guerra Civil, donde sirvió al ejército de la Unión. Y Louis Calhern es un villano de libro: ambicioso, hipócrita y maquiavélico; patriarca de un racismo que impregna a toda la sociedad, como demuestra el rechazo de Paula Raymond a tener contacto físico con el indio a pesar de reconocer su nobleza y de sentirse incómodamente atraída por él. La dirección de Mann es de un lirismo conciso y sombrío que sirve de puente entre sus films noir y los weterns venideros. La negrura de La puerta del diablo concluye con el injusto sacrificio del héroe en un conflicto desigual, pero al menos alberga la esperanza de que su ejemplo sirva algún día para poner fin a la intolerancia. **** (27-1-2017)

Horizontes de grandeza (The Big Country, 1959). Un western épico cuya historia es muy sencilla: un pacífico marino (Gregory Peck) llega a una hacienda del Oeste para casarse con su prometida, pero allí se verá inmerso en una lucha entre clanes por la propiedad de la tierra y del agua que abastece a las reses. Película de conflictos (Este frente a Oeste, valentía frente a cobardía, riqueza frente a pobreza) donde las apariencias resultan siempre engañosas: el Mayor Terril (Charles Bickford), orgulloso terrateniente de educadas maneras, tiene aun menos dignidad que el zafio patriaca de los Hannassy (Burl Ives); del mismo modo que el tranquilo marino encarnado por Peck acaba demostrando más arrojo que el viril capataz (Charlton Heston) en una película que habla, sobre todo, del lado irracional de la violencia. William Wyler, uno de los cineastas más progresistas del Hollywood clásico, ofrece la mejor solución posible para la poner fin a la guerra inútil: enfrentar, cuerpo a cuerpo, a los dos líderes irreconciliables de ambos bandos evitando así una absurda matanza. Cinta memorable, entre otras cosas, por la inmensidad de un paisaje filmado en scope que empequeñece a los personajes y por la electrizante banda sonora de Jerome Moross. ****1/2 (27-1-2017)

A cambio de nada (2015). El protagonista es un adolescente (Miguel Herrán) inquieto y camorrista, hijo de padres separados y fraternalmente unido a su amigo Antonio Bachiller. Fluctúa entre la crónica costumbrista, la comedia paródica y el drama social como telón de fondo. Nada tiene demasiada verosimilitud, pero la película gana peso –sobre todo, en su vertiente estrafalaria- cuando entran en escena los personajes secundarios. **1/2 (27-1-2017)

Hijos de los hombres (Children of Men, 2006). Basada en una novela de P.D James, narra el desesperado intento de un activista (Clive Owen) para salvar al bebé de la única mujer del planeta capaz de procrear en un futuro próximo y apocalíptico, pues por la raza humana se ha vuelto estéril. Combina la ciencia ficción bélica con la variante metafísica del género, pero lo hace con excesiva brusquedad y de forma atropellada, como si quisiera contar demasiadas cosas en un tiempo breve. Una escenografía impresionante del envejecido Londres del futuro y algunos momentos aislados de notable belleza plástica salvan la película del naufragio. Dirigida por el mejicano Alfonso Cuarón, autor de la mucho más interesante Gravity. **1/2 (28-1-2017)

No se lo digas a nadie (Né le dis a personne, 2006). Turbia historia de misterio que, tras un prólogo donde muestra el presunto asesinato de una mujer en un lago, retoma la acción ocho años después para demostrar que el crimen no fue lo que parecía. La trama abusa de giros rocambolescos y, al final, uno solo espera que la resolución llegue cuanto antes. Tan incomprensible como El sueño eterno (Howard Hawks, 1946) pero sin la magia de aquella. Dirigida por el habitualmente actor Guillaume Canet, tuvo cierto éxito de crítica. ** (29-1-2017)

Después de esto (Efferskalv, 2015). Opera prima del sueco Magnus von Horn, centrada en el regreso a su pueblo natal de un adolescente salido de un reformatorio. Poco a poco iremos sabiendo las razones de la hostilidad con la que es recibido por sus paisanos. Película de inconfundible factura nórdica: su laconismo verbal y ritmo pausado se ven alterados por una violencia abrupta y agria. Incómoda de principio a fin, nunca pierde el interés, pero jamás llega a interesar demasiado. *** (30-1-2017)

La noche del cazador (Night of the Hunter, 1955). La única película dirigida por el actor británico Charles Laughton es una pequeña joya, mitad cuento de terror, mitad crónica rural. Imposible olvidar a Robert Mitchum como el falso predicador de manos tatuadas con las palabras LOVE y HATE que asesina mujeres para quedarse con su dinero. La película posee un look inimitable, mérito en parte del admirable trabajo del fotógrafo Stanley Cortez y el escenógrafo Hilyard Brown, pero también del osado talento de Laughton, quien -¿consciente de que no volvería a dirigir nunca más?- quiso dejar para la historia la impronta de una película exquisita, en cuyos detalles se advierte la herencia de Griffith –su musa, Lillian Gish, actúa en el papel de hada buena- y cuyo influjo sobre el cine de Terence Malick es también muy evidente. ****1/2 (2-2-2017)

Historia de una monja (Nun’s Story, 1959). Basada en una historia real, sigue el periplo de una monja belga –con los rasgos de Audrey Hepburn- durante el convulso periodo de Entreguerras. Es el retrato de un personaje y su mundo según el estilo distante y riguroso de Fred Zinnemann. A veces parece un documental de gran presupuesto sobre la vida en el convento. Historia de emociones reprimidas, ni siquiera se permite una fuga sentimental cuando la hermana Lucas viaja como misionera al Congo y conoce al apuesto doctor interpretado por Peter Finch, a pesar de que las dudas sobre una vocación que parecía insobornable crecen a medida que la protagonista acumula experiencias vitales. *** (3-2-2017)

Como abro los ojos (À peine j'ouvre les yeux, 2015). Una estudiante tunecina, vocalista de un grupo musical cuyas canciones denuncian la injusticia social, sufre la represión de un país todavía encerrado en sus tradiciones más perversas. Espléndida película de Leyla Bouzid, que sitúa la acción en los albores de la Primavera Árabe y explica con bastante sutileza cómo actúan los mecanismos totalitarios cuando alguien esquiva la norma en defensa de su propia libertad. La relación de la protagonista con su madre, otra víctima de la represión a quien no quedó otro remedio que acatar las reglas, expresa con una mezcla de tristeza (por los sueños frustrados) y esperanza (por las expectativas de un futuro mejor) ese convulso y siempre doloroso periodo de transición entre una época y otra. **** (4-2-2017)

Río salvaje (Wild River). El empleado (Montgomery Clift) de una compañía del Gobierno que pretende construir una presa en el río Tennessee es enviado al lugar para convencer a una anciana propietaria (Jo van Fleet) de que venda sus tierras. Película amarga, de extraña melancolía, que reflexiona sobre los lazos que nos atan al pasado y la llegada implacable del progreso, que cimienta la construcción de lo nuevo sobre la destrucción de lo viejo. Elia Kazan, que nunca dejó de purgar pecados desde que delató a sus compañeros durante la caza de brujas, edifica una película sobre la dignidad y la ignominia, pero también sobre los claroscuros que habitan entre ambos extremos. Si la lealtad a unos principios, a una forma de vida extinta, conduce a la muerte, la única salvación –parece decir Kazan- se encuentra en alguna forma de renuncia. **** (6-2-2017)

El olivo (2016). La joven Alma (Anna Castillo) emprende una lucha quijotesca para recuperar el árbol milenario que le arrebataron a su abuelo. Un elogio a los actos irracionales de la vida, aquellos que encuentran sentido en la defensa de la dignidad ultrajada: están condenados a fracasar de antemano pero son necesarios para sobrevivir. Sin embargo, la acumulación de gestos inútiles –junto a una solidaridad algo impostada- impiden que el conjunto cuaje en una película mínimamente verosímil. Recomendable en todo caso para idealistas de una pieza. **1/2 (8-2-2017)

El hombre de moda (1980). Retrato intimista de la vida de un melancólico profesor de literatura (Xavier Elorriaga) centrado en su vida profesional y la relación que mantiene con varias mujeres. La única película de Fernando Méndez-Leite, de factura televisiva pero narrada con una caligrafía sencilla y eficaz. Detalles costumbristas, cinéfilos y humorísticos hacen de ella una película agradable de ver. *** 9-2-2017

Una historia casi divertida (It’s a Kind of a Funny Story, 2010). Un tema serio tratado con humor: aquejado de depresión, el adolescente Keir Gilchrist ingresa en un hospital donde conocerá a una pintoresca fauna de tipos en peor estado que él y se enamorará de una chica de su edad (Emma Roberts). Bascula entre la comedia romántica y el manual de autoayuda. La protagonista femenina es demasiado encantadora para pasar por una chiflada. Trivial. ** (10-2-2017)

Niágara (1953). Una película mítica por varias razones: Marilyn Monroe encarna a un personaje mucho más turbio de lo habitual, fue rodada en las impresionantes cataratas del Niágara y su luminosa fotografía en color contrasta con la negrura de la historia. Lo más flojo es un guion parco en matices y con personajes poco definidos; pero compensa con secuencias muy logradas, como el asesinato de la propia Monroe o el emocionante final, con Joseph Cotten y Jean Peters navegando en una lancha a la deriva rumbo a la cascada. ***1/2 (11-2-2017)

No respires (Don´t Breathe, 2016). Tres jóvenes ladrones se introducen en un caserón habitado por un hombre ciego, veterano de la guerra de Iraq, que oculta en ella una inmensa fortuna. Una película de terror que no pasa desapercibida, pese a incurrir en los tópicos habituales del género y despreciar la verosimilitud; lo cual compromete al espectador avezado a seguir un juego ciertamente tramposo y previsible. Sin embargo, no carece de buenos momentos (la secuencia de la chica en el coche acosada por un perro sintetiza Cujo con notable ingenio) y utiliza muy bien el decorado: hace tiempo que Detroit se ha convertido en un paisaje apocalíptico para el cine norteamericano y Fele Martínez realza su derrumbe como metáfora de un presente sin esperanza para jóvenes desclasados. *** (12-2-2017)

Un monstruo viene a verme (A Monster Calls, 2016). Tercera película de J.A. Bayona y tercer dardo en la diana, al menos desde una perspectiva comercial, pues se trata de un producto de marketing impecablemente facturado pero carente de vida propia. La historia de ese niño que debe afrontar la enfermedad terminal de su madre es, en el fondo, un fastidioso intento de buscar la lágrima fácil en el espectador desde la más aparatosa e insensible grandilocuencia. *1/2 14-2-2017

Cerca de tu casa (2016). Una película bastante curiosa y absolutamente necesaria, centrada en la relación de dos familias enemistadas por culpa de un desahucio. Un drama social con canciones de Silvia Pérez Cruz que suenan como un desgarro. Los bancos son pérfidas máquinas de ganar dinero, de eso no hay duda, pero la película también muestra la picaresca de un mundo donde aprovechados de toda índole –como el falso abogado- se lucran a costa de la ignorancia de sus víctimas. Sitúa la acción en 2007, al inicio de la crisis, y evita censurar la permisividad de los gobiernos, pero al final pone el foco en la solidaridad de la gente, en la necesaria movilización colectiva como única forma posible de restaurar la decencia de una sociedad corroída por la avaricia. La mejor película de Eduard Cortés desde La vida de nadie. ***1/2 15-2-2017

Lejos del mar (2015). Imanol Uribe regresa al mundo de ETA para relatar la extraña relación que se establece entre una víctima del terrorismo y el verdugo de su padre. Inquietante y tensa de principio a fin, incomprensible a veces, transmite dureza y frialdad. Eduard Fernández y Elena Anaya –sobre todo ella, traumatizada desde niña por el asesinato, obsesionada con el asesino- sostienen muy bien dos personajes difíciles de interpretar. El Cabo de Gata, escenario de la sucinta trama, se convierte en el paisaje abstracto de esta áspera tragedia. ***1/2 16-2-2017

Ocho apellidos vascos (2014). Una de las mejores comedias españolas de los últimos tiempos. El guion de Borja Cobeaga y Diego San José apela con ingenio a los estereotipos vascos y andaluces para convertir su antagonismo en una sonrisa amable, elevada en ocasiones a carcajada. Los actores y actrices brillan a gran altura, pero sobresale del elenco alguien tan poco habituado a la comedia como Karra Elejalde. Dirige con agilidad el veterano Emilio Martínez-Lázaro. **** 18-2-2017

Star Trek (2009). Parece un episodio más de Star Wars que de la serie intergaláctica creada en los años 60 por Gene Roddenberry. Es decir, predomina el espectaculo sobre la vertiente especulativa y parece dirigida más a un público juvenil que a uno adulto. Como precuela, puede suscitar interés entre los seguidores de la saga, pues desvela los orígenes del vulcaniano Spock y del Capitán Kirk. **